7 de abril de 2009

Laura, no pudo….

A veces me pregunto para que estamos en está vida, otras, que es verdad que podemos ser felices, otras me digo que la vida es maravillosa e intento sacar de los más profundo de mi corazón todo ese optimismo que me absorbe y sobrepasa. Y otras estoy simplemente desmotivada, desmoralizada, sin ganas de hacer nada, ni oír, hablar, sentir, solamente me recogería dentro de una especie de cueva donde alejada de todos y todo me dejaría llevar por eso que tanto me duele que es el alma y la vida.
Estos sentimientos interiores se los explicaba Carmen a Laura una tarde de abril, llovía, el cielo estaba oscuro y se podía sentir en el ambiente esa pesadumbre, ese estado de tristeza que provocan días así. Le había llamado por teléfono para explicarle que no se sentía bien, llevaba varios días que su mente, su cabeza y sus ganas de vivir parecía que se iban desvaneciéndoos. Laura era la única amiga que tenía, sabia que Carmen era una persona muy sentimental, abierta, risueña, pero desde hacía unos meses no era la misma.
Se estaba descoloriendo, palideciendo esos colores de su persona que siempre habían tenido tonos alegres, vivos. Ahora esos colores iban palideciendo como las acuarelas cuando las introduces en agua, van perdiendo sus colores primarios para convertirse en tonos pastel, algunos llegan a desaparecer.
Estaba muy preocupada por que Carmen no era de esas personas que te llaman cuando tienes un problema, ni te cuenta sus cosas. Había sabido guardárselo todo en el interior de esa maleta que tenía por corazón.
Ahora había llegado a tal estres que la maleta iba a reventar, no podía más, había intentado salir ella misma, pero no podía. Carmen intentaba sacarle que es lo que le sucedía, que le contara porque estaba así, pero ella no podía, era como si en el momento en que iba a pronunciar las palabras algo hiciera que se quedaran encerradas en su garganta. Lo único que hacía era quedarse pensativa y mirar a Carmen con ojos vidriosos, a punto de provocarle una cascada de lágrimas.
Intentó por todos los medios sacarle la amargura, esa presión, que sentía, le decía que por una vez sacara todo eso que llevaba dentro, fuera lo que fuera. Pero, Laura ni podía. Aquella tarde Carmen no quería dejarla sola, pero tenía que ir al médico, así que fue inevitable dejarla sola. Estaré bien, no te preocupes, le dijo Laura, pero, Carmen no estaba tranquila.
Aquel rostro que había visto ese día no era ni el de su amiga, ni es de alguien que está bien.
Cuando Carmen volvió por la noche, Laura estaba estirada en su cama, inmóvil, como una estatua fría y sin color. En una de sus manos, había un trozo de papel, Carmen se lo quito suavemente, intentando controlarse, intentando no empezar a gritar, a temblar y a maldecirla.
Querida amiga, lo siento, se que te haré mucho daño, pero mi vida ya no tiene sentido, no encuentro las ganas de vivir, se ma han escapado, han desaparecido como desaparece la niebla a mediodía. He intentado hacer las cosas bien, pero creo que algo se ha apoderado de mi, es más fuerte que yo y me ha vencido. Luché por dejar todo eso que me oprimía, que me ahogaba, durante algunos días estaba bien y de repente, volvía a lo mismo. Es mejor así, no hubiera podido aguantar más. En la vida uno sabe cuando ha llegado ese momento en que tienes que hacer algo, sino mueres, y yo ya estaba muerta.
Nunca te conté nada, por vergüenza, por que no quería que te hicieras una imagen vaga, diferente de quien creías que era. Eso ha echo que haya engañado a mucha gente, gente buena, pero lo que hacía me repugnaba en lo más profundo de mi ser, pero me tenía secuestrada. No sabes las veces que prometí, jure, y re-jure dejarlo, pero es imposible.
A veces me bebía unas copas, para poder olvidar, para alejarme de ese tormenta, de ese horror que me estaba matando en el interior. Me estaba convirtiendo en un ser que no quería ser.
Me sentí bien, no se porque pero me cambiaba el humor, pero e repente al día siguiente era como caer al vacío, como si alguien me hubiera empujado hacia los mismos infiernos….
Carmen apretó con todas sus fuerzas aquel trozo de papel, intentando controlarse, intentando comprender que es lo que pasa por la mente de alguien para quitarse la vida. Estuvo más de una hora mirándola, intentando convencerse de que podía haber hecho algo más por ella.
Encima de la mesita había dos sobres, uno para su familia y otro más grande y pesado para Carmen, lo abrió, era un cuaderno. Un libro escrito por ella, “Una estrella inocente”.
En una pequeña nota, le pedía que lo guardara y lo leyera, era una forma de disculparse de todo ese dolor que sabía que iba a provocar.
Después, llamo a los servicios médicos, y a la policía.
Se quedo sentada en el salón esperando…..(continuará).

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